Américo Silva: El guerrillero más resteado en el combate contra la Cuarta República (+siembra)

En esta última etapa de su vida, rechazó con toda su fuerza la “pacificación” propuesta por Caldera, que dejó decenas de muertos y detenidos en todo el país
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Publicado: 31/03/2022 08:00 AM



El 31 de marzo de 1972 las fuerzas de seguridad del gobierno de Rafael Caldera asesinaron a Américo Silva, ícono de la lucha por la justicia social entre las clases humildes de Venezuela entre las décadas de 1950 a 1970.

Nació el 16 de marzo de 1933 en Aragua de Maturín, estado Monagas, un luchador guerrillero que se enfrentó a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y gobiernos de la Cuarta República.

Desde los 12 años debió renunciar a la escuela para trabajar y ayudar a sostener a su familia, tras la muerte de su padre, Alberto Tirado.

El trabajo en un comedor escolar y como vendedor en los portones de las petroleras extranjeras de Caripito Jusepín le enseñaron la crudeza de la desigualdad social y la dominación extranjera sobre los recursos y la sociedad venezolana, lo que hizo surgir en su interior un fuerte deseo de cambiar esta situación.

Ya a los 15 años discutía sobre estos temas con luchadores y pensadores revolucionarios, como Simón Sáez Mérida, Joaquín Blanco y Trino Barrios, y en 1953, con tan solo 20 años, se une a la resistencia clandestina contra la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez (1952-1958), en la que actuó consecutivamente entre San Félix, Ciudad Piar y Aragua de Maturín.

Tres años después se establece en San Félix, Bolívar, y comienza a trabajar como conductor de los trenes de carga de mineral de hierro de la empresa norteamericana Orinoco Mining Iron, donde nuevamente vive de cerca la explotación capitalista y la discriminación hacia la masa trabajadora.

Junto a otros trabajadores, inició una lucha para rescatar al sindicato del hierro del dominio patronal, y llegó a defender a las familias campesinas del Cerro Bolívar (antes Cerro La Parida), desalojadas violentamente por los organismos de seguridad y la Orinoco Mining Company para explotar los yacimientos de hierro de la zona.

Derrotada la dictadura, Silva pasa a trabajar en el Instituto Agrario Nacional en Monagas, donde se dedica a promover la repartición de tierras entre los pequeños campesinos, organiza sindicatos agrarios e inicia la lucha por el derecho a la tierra contra terratenientes y latifundistas.

En 1960 decide pasar activamente a la lucha armada y se suma al nuevo Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), ocupando el cargo de instructor político-militar en el Campamento de la Juventud del MIR, en Culantrillar.

En 1961 asume el comando de las guerrillas urbanas de Oriente. A sus 30 años ya es responsable de la retaguardia y logística del Frente Guerrillero Ezequiel Zamora en los estados Miranda y Guárico.

Luego asume el cargo de primer Comandante del Frente Antonio José de Sucre en la región oriental del país.

Su formación revolucionaria se refuerza en Cuba, y el 8 de mayo de 1967 participa en el desembarco de Machurucuto, cuando una docena de revolucionarios de la isla caribeña llegó al país por la playa varguense, para sumarse a la defensa del proletariado.

En 1970, Silva se convierte en miembro del Comité Político Nacional del nuevo grupo Bandera Roja, en paralelo a su participación dentro del comando del Frente Guerrillero Antonio José de Sucre y responsable político-militar del distrito Trino Barrios.

En esta última etapa de su vida, rechazó con toda su fuerza la “pacificación” propuesta por Caldera, que dejó decenas de muertos y detenidos en todo el país.

Silva siempre será recordado por quienes lo conocieron por su posición ante las derrotas y los vaivenes del combate, reflejada en sus palabras: “La lucha de los oprimidos, por el socialismo, contra el capitalismo y su máxima expresión imperial es diversa, arriesgada y no termina ni con la traición de un desclasado ni con la muerte de un guerrero”.

REDACCIÓN MAZO

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