11 de abril de 2002: Cuando la oligarquía masacró a un pueblo pero se consolidó una Revolución

La tarde de ese 11 de abril, se convirtió en una de las más horrendas matanzas ocurrida en la historia política del país, orquestada por un sector de la cúpula empresarial y comercial que se reveló para caldear las calles del país
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Publicado: 11/04/2020 06:00 AM

Desde que llegó a la Presidencia de la República por mandato del pueblo en 1999, el Comandante Hugo Chávez fue atacado por las grandes élites del país, aupadas por el imperio norteamericano y sus aliados, solo por gobernar en favor de los más vulnerables y liderar un proceso de cambios profundos para reivindicar a los venezolanos. Uno de los ataques más criminales perpetrados por la oligarquía criolla fue hace 18 años, el 11 de abril de 2002.

Ese día llegó con la violencia característica de una oposición venezolana fascista, que a través de los medios de comunicación –quienes fungían como partidos políticos de la derecha– radicalizó un mensaje de odio y bajo las consignas “Todos a Miraflores” y “Chávez vete ya”, utilizaría todas sus artimañas para generar caos y muerte, atentando contra la Patria de paz por la que siempre luchó el líder de la Revolución Bolivariana.

Como borregos, en ese momento venezolanos inocentes emprendieron un camino trágico, planificado por los cerebros diabólicos de la derecha, quienes inyectaron veneno ideológico en la consciencia de ese sector del pueblo que creyó un su discurso, que solo ocultaba un enorme interés de llegar al poder, a través de un golpe de Estado que ya venían planificando.

La tarde de ese 11 de abril, se convirtió en una de las más horrendas matanzas ocurrida en la historia política del país, orquestada por un sector de la cúpula empresarial y comercial que se reveló para caldear las calles del país, oponiéndose frontalmente a un paquete de 49 leyes promulgadas mediante una Ley Habilitante creada por el entonces presidente Chávez, entre las que se encontraban la Ley de Tierras, que facilitaba la lucha en contra del latifundio, así como la Ley de Hidrocarburos que permitía el ejercicio de la soberanía en la actividad petrolera.

Allí se evidenció el resentimiento de las cúpulas apoderadas de Pdvsa, quienes no le perdonaron al Comandante Chávez el impulso de la meritocracia en la estatal petrolera, desencadenando así una serie de hechos violentos comandados por la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV) y la Federación de Cámaras y Asociaciones de Comercio y Producción de Venezuela (Fedecámaras), representadas por Carlos Ortega y Pedro Carmona Estanga.

Estos personajes, junto a otros representantes de la oligarquía venezolana como Guaicaipuro Lameda, Julio Borges, Henrique Capriles Radonski, Leopoldo López, María Corina Machado, y un grupo de militares disidentes –todos ellos como parte del combo que se apersonó en Miraflores para instalar el Gobierno de Carmona “el breve”–, firmaron un documento titulado "bases para un acuerdo democrático", con la mediación de Luis Ugalde, rector de la Universidad Católica Andrés Bello; en el que exigían  al gobierno cambiar su gabinete económico, y que abandonara el sectarismo político. 

Ante la negativa del presidente Chávez en aceptar dichas exigencias los empresarios, sindicatos y partidos de oposición crearon las alianzas fácticas para confabular un paro indefinido el 09 de abril que se convertiría en golpe de Estado en el que los medios de comunicación privados jugaron un papel determinante antes, durante y después de la acción anticonstitucional. Desde allí se promovió una ola de violencia y de desinformación, montando una matriz mediática internacional contra el Gobierno Bolivariano, acusándolo de represor y violador de los Derechos Humanos.

Unión Radio, RCR, El Nacional, El Universal, El Nuevo País, Venevisión, RCTV, Televén Globovisión, fueron algunos de los medios que articularon acciones de persecución social contra el Gobierno Nacional; se dedicaron a transmitir informaciones en la que referían supuestos ataques por parte del pueblo revolucionario a la marcha opositora que se dirigía a Miraflores, sin enfocar lo que ocurría al sur del Puente Llaguno, en la avenida Baralt.

En medio de una incertidumbre mediática, el 11 de abril de 2002 el presidente Hugo Chávez fue secuestrado a través de una ola de violencia que se desató en el centro de Caracas, signada por informaciones poco claras con las que se intentó hacerle creer a la población que el gobierno había ordenado reprimir al pueblo y se incitaba a usurpar ilegalmente el poder.

Dando inicio a los planes violentos el Contralmirante Molina Tamayo llamó a una marcha que se dirigiera a las inmediaciones de Miraflores, con el objetivo de encontrarse con la manifestación popular que llevaba tres días en los alrededores del palacio en apoyo al proceso de cambio y en rechazo al paro cívico comandado por la patronal Fedecámaras y la CTV, y así se produjeron los primeros hechos de violencia con disparos a dos manifestantes a quemarropa, y con las pretensiones de callar lo que había pasado entre sus manifestantes, los medios privados omitieron los hechos, que terminarían en más de 20 muertos y decenas de heridos.

Luego de que se avistaran las pugnas, a las 4:01 p.m se iniciaron abiertamente los disparos al mando del comisario Iván Simonovis, Lázaro Forero y Henry Vivas  hacia Puente Llaguno, fracturando así la esperanza del pueblo bolivariano por varias horas, en las que se vería atacado por grupos anacrónicos (Fedecámaras, CTV, medios de comunicación privados, trabajadores de Pdvsa, en coalición con la Coordinadora Democrática, así como la jerarquía de la iglesia Católica) que confabularon en intento de derrocamiento del presidente Chávez.

Sin embargo, en menos de 36 horas el pueblo con el pecho al descubierto y la Constitución como arma, voltea la difícil situación, y a pesar de la más infame campaña del fascismo, confió en que la revolución era el camino para consolidar la igualdad y la justicia, por ende, no se dejaría arrebatar ese sendero que lideraba el Comandante Eterno Hugo Chávez Frías

El fracasado golpe de Estado de 2002, es una prueba de la derecha y sus ansias de poder, que ha empleado todos los métodos de sabotaje y conspiración habidos y por haber para derrocar a la Revolución Bolivariana con una violencia desmedida, bajo la premisa de que el fin justifica los medios. Ello dejó una larga lista de víctimas mortales y heridas.

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