160 años del magnicidio de Ezequiel Zamora

"Aún se desconoce el paradero cierto de los restos mortales del General Zamora, tanto Guzmán como Falcón hicieron lo posible para evitar que su tumba se convirtiera en un santuario donde se le rindiera homenajes y culto a su memoria"
Iaem

Publicado: 10/01/2020 04:47 PM

Al despuntar el alba del 10 de enero de 1860, por instrucciones de Zamora los cornetines de órdenes de las tropas federales hicieron sonar las dianas celebrando el primer mes aniversario de la victoria de la Batalla de Santa Inés. Dos tercios de la ciudad estaban bajo su control y solo restaba culminar los detalles relacionada con la capitulación para que la evacuación del ejército conservador.

Al mediodía Ezequiel Zamora fue convocado, por su cuñado,   a una conferencia secreta en el zaguán de la quinta del Dr. Acuña en  la ciudad de San Carlos de Austria – Estado Cojedes,  cuando levantó el rostro para leer un documento, una bala asesina  traspasó su ojo y fulminó al General del pueblo soberano. Fue disparada desde el campanario de la Iglesia de San Juan Bautista,  con el propio fusil de su cuñado Juan Crisóstomo Falcón,  por un escolta de la guardia personal de este último.

Zamora estaba permanentemente rodeado por las intrigas y rivalidades de Falcón;  y de la desconfianza del cerebral, calculador y maquiavélico Guzmán Blanco. Presintiendo la conspiración que se amasaba en su entorno, el 29 de noviembre de 1859, semanas antes de ser asesinado, convocó a sus más leales generales e hizo su testamento político:

“Muy contentos  deben estar ustedes, la Federación se aproxima a su verdadero triunfo, este es un hecho irrevocable. Si la desgracia con la muerte sella mi existencia en las batallas y envidias que tengo que enfrentar….pobres de ustedes por la constancia hacia mi persona, tan fieles que me han sido…El General Falcón los tratará siempre muy mal, como a sus enemigos; no les perdonará que ustedes  hayan hecho la campaña conmigo y los tratará con marcada desconfianza…” 

 

Desde el 20 de febrero de 1859, hasta ese fatídico día del 10 de enero de 1860, Ezequiel Zamora comandó 119 batallas y 259 acciones guerrilleras que pusieron de rodillas a la godarria terrófaga y expoliadora de José Antonio Páez y sus adláteres terratenientes. Para colmo de las traiciones Falcón y Guzmán por debajo de la mesa buscaban pactar con los godos malandrines.

Después de la partida física de Simón Bolívar y la disolución de su preterido sueño de integración continental, fuerzas antagónicas surgieron desde Río Grande - México hasta el extremo sur de  la Patagonia.

Los conservadores se aferraron al poder para  mantener el antiguo orden colonial de esclavitud y predominio latifundista. El campesinado y la soldadesca empobrecida quedaron en situación de miseria. El carácter leonino de las leyes expoliaban a los medianos y pequeños productores de todos sus bienes de fortuna. La única salida era el estallido de  una guerra social de carácter revolucionario.

  La Guerra Larga (1859 – 1863), como se denominó a la Insurrección Campesina o Guerra Federal estuvo precedida de un trance económico signado por la crisis mundial de la superproducción y caída libre de los precios de las materias primas. Venezuela era principalmente productora de: oro, sarrapia, balata, plumas de garza, añil, alquitrán,  algodón, café, cacao, cueros de res, cueros de venado y caimán, tabaco, dividivi, maderas y quina.

Nuestro mercados eran Las Antillas,  Estados Unidos y Europa, el primero entró en una crisis de sobre producción,  Europa adoptó medidas proteccionistas y  cerró las puertas a las importaciones.

Los factores de poder conservador desde el Congreso en Caracas habían promulgado la “Ley de Espera y Quita” (18429 , la cual permitía, mediante préstamos usurarios, la expoliación de las tierras dadas a soldados y campesinos, para pasar en propiedad de los profesionales del “agiotismo”  encabezados por banqueros y la oligarquía criolla terrateniente.

Producto de la reinstauración de la monarquía absolutista, la Santa Alianza desató en Europa una feroz   persecución contra líderes y grupos sociales que ya se nucleaban en torno al ideario del Manifiesto Comunista lanzado por Marx y Engels en 1848. Obreros, intelectuales y militares progresistas huyeron  a Venezuela conformando un frente de pensamiento y escuela política a la cual asistía asiduamente el joven militar Ezequiel Zamora en su condición de alumno de la Escuela de Matemáticas de Caracas.

Las masas campesinas en situación de enfeudamiento, los peones de hacienda y la pobrecía urbana que ya conformaban los cinturones de miseria en algunas ciudades, firmemente orientadas por la palabra encendida de Ezequiel Zamora y militarmente organizadas por el mismo, declararon la guerra contra el agio usurero y capitalista de Páez y en menos de un año tras la Batalla de Santa Inés los pusieron de rodillas.

El gobierno central y la godarria caraqueña en represalia por la victoria federal en Santa Inés enviaron a los  generales anti-oligarcas José Laurencio Silva, Rafael Urdaneta (hijo), Juan Bautista Arismendi y 350 prisioneros al islote de Bajo Seco en el Lago de Maracaibo (primer campo de concentración en Venezuela), donde fueron sometidos a la tortura permanente de morir ahogados cada vez que la marea los inundaba, o a merced de la plaga, los animales ponzoñosos que habitaban el lugar y las implacables ráfagas de viento.

Los testigos oculares del magnicidio dejaron constancia por escrito de los hechos verdaderos tal cual y como ocurrieron, el oficial general leal a Zamora, Jesús María Hernández declaró:

“El General Zamora fue muerto en una conferencia secreta pautada por Falcón, para lo que fue llamado a la casa del Dr. Acuña, y Morón (escolta de Falcón) le dio un balazo de acuerdo con ellos.”

Falcón tras lanzar una torpe  proclama  en la Plaza de San Carlos, quedó en entredicho, temía ser detenido y sometido a juicio por los generales y la tropa leales al general asesinado; en consecuencia   se dio a la fuga hacia Puerto Nutrias, supo engañar al y burlando la ausencia de información se  cruzó la frontera a Colombia.

Aún se desconoce el paradero cierto de los restos mortales del General Zamora, tanto Guzmán como Falcón hicieron lo posible para evitar que  su tumba se convirtiera en un santuario donde se le rindiera homenajes y culto a su memoria.

La estúpida vanidad y egos exacerbados de  Guzmán y Falcón aunada la impericia, falta de sentido estratégico y ausencia de conocimiento  para las acciones tácticas decisivas contribuyó a la prolongación innecesaria de la  guerra que ya  Zamora tenía ganada en cuestión de días con la toma de Caracas.

No obstante la vergonzosa derrota de Falcón en la Batalla de Coplé, los generales leales a Zamora lograron reagrupar fuerzas y levantar la moral del pueblo desmoralizado por el asesinato de su líder.

¡Unidad, Lucha, Batalla y Victoria! ¡Venceremos!

¡Leales siempre ¡ ¡Traidores nunca!

 

ALEJANDRO CARRILLO

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