1821: La Casa Blanquera

Simón Bolívar y su Estado Mayor convirtieron a esta casa, la Blanquera, en la capital de la Libertad Suramericana
Foto: Archivo de la Casa Blanquera en ruinas

Publicado: 22/06/2021 05:59 PM

La Blanquera es una antigua casona colonial ubicada en la Avenida Bolívar de la Ciudad de San Carlos – Estado Cojedes. Bajo sus techos de madera y  caña brava, durante tres semanas del mes de junio de 1821, Simón Bolívar y su Estado Mayor la convirtieron en la Capital de la Libertad Suramericana.  Fue el epicentro y cuartel general desde donde se despachó un diario epistolar de 21 días que abarcó proclamas, exhortos, órdenes, respuestas, solicitudes e instrucciones previas que El Libertador hizo circular por todos los puntos cardinales.

Esta mansión perteneció a familia de españoles fundadores de Apure, de cuya descendencia nació  un hijo que ofrendó su vida por la causa patriótica de la independencia. Se encuentra exactamente ubicada a una cuadra de la Iglesia de San Juan Bautista, cuyo campanario sirvió a  un francotirador, escolta de la guardia de honor de Juan Crisóstomo Falcón, para disparar un  balazo fatal sobre la humanidad del General del Pueblo Soberano Ezequiel Zamora. Dos destinos históricos encerrados en una sola cuadra san carleña.

Ya desde Barinas, El Libertador había ordenado  a la división  oriental de Bermúdez, y a las brigadas Zaraza y Monagas atacar a Caracas. Luego marcha sobre Guanare donde desaloja la Quinta División relista al mando del Coronel Herrera y la persigue hasta San Carlos, donde el escuadrón de caballería que personalmente comanda pone en fuga a la retaguardia del oficial de marras.  El 02 de Junio de 1821 se instala en La Blanquera, mansión llanera que perteneció a españoles andaluces cuyo único hijo ofrendo su vida por la causa revolucionaria de la Independencia.

Desde ese día, la Casa Blanquera, se convierte en el corazón vibrante de la libertad continental, en el sistema nervioso central desde cuyo cerebro se lanzaron las descargas morales necesarias para hacer tambalear y caer sobre las llanuras venezolanas a la mole imperial española. Sus largos corredores y amplias habitaciones fueron habilitados para abrigar la presencia de todo el Alto Mando de Militar que ejecutaba a ritmo acelerado las órdenes emanadas del relampagueante genio de Bolívar.

Al trote entran y salen apresurados de la Casa Blanquera Pedro Briceño Méndez, Santiago Mariño, José Laurencio Silva, Daniel Florencio O´leary, Ambrosio Plaza, Fernando Figueredo y Manuel Manrique, como emisarios prestos a que  se cumplan las  órdenes terminantes, para su cabal ejecución,  antes de la gran batalla. El estado de agitación espiritual que dominaron esos días conmueve todo el ambiente de la casona y la ciudad.

La división del General Urdaneta procedente de Maracaibo cumple las instrucciones dadas y se dirige por la ruta de Coro hacia Carora y  Barquisimeto para posteriormente concentrar fuerzas en San Carlos con la Guardia Colombiana que conduce el mismo Bolívar. El Coronel Cruz Carrillo se une a Reyes Vargas,  toman la vía de Yaracuy para atacar San Felipe y amenazar a Puerto Cabello y Valencia. La Torre tuvo que disponer de 800 hombres para contrarrestar esta acción. EL efecto de dicha diversión disminuyó sensiblemente el poder de fuego realista en Carabobo.

Ese mes de junio de 1821 se desataron torrenciales aguaceros. La estación lluviosa con sus inundaciones sumergió muchas vías y pasos llaneros. La división de Páez, con 1.500 lanceros y 1.000 efectivos de infantería, desde el Bajo Apure, hicieron esfuerzos sobrehumanos para arrear 4.000 cabezas de ganado y 2.000 caballos de reserva hasta Guanare y de ahí a  San Carlos. Atravesar las crecidas y caudalosas aguas de los ríos Arauca, Apure y Portuguesa, evitar las estampidas nocturnas, sortear grandes lagunas e inmensos pantanales merece capítulo aparte. Sabanear y controlar ganado cerrero semisalvaje, caballos de brega sin domar, en terrenos accidentados y con frecuentes deserciones de rebaños enteros, requirieron de una sabiduría, destrezas y sagacidad únicas. Proeza sobre natural digna de una Odisea Griega, merecedora de máxima  admiración y respeto. Un monumento aparte queda pendiente con este Paso de los Llanos, de 690 kilómetros de travesía, extraordinaria hazaña `preliminar a la gran hazaña de Carabobo,  muy poco comentada.

El general Páez  apresuró la marcha y al pasitrote llegó primero que sus tropas a San Carlos. El  12 de junio se une al Libertador. Varios días después llegan sus regimientos de infantería, caballería, lanceros y el preciado apoyo logístico de ganado y caballos de reserva. Cuando ambos se disponían a avanzar hacia Tinaco y Tinaquillo, les fue anunciada una comisión parlamentaria enviada por el jefe realista De la Torre para negociar un nuevo armisticio. Dicha comitiva estaba encabezada por su edecán el  Coronel Churruca.

Bolívar y Páez decidieron  encontrarse con los emisarios españoles en Tinaco. Durante el trayecto de regreso Tinaco-San Carlos, los enviados españoles parecían tener un doble propósito, a saber:

1.- Conciliar los ánimos de Bolívar para regresar al cese del fuego pactado en el Armisticio de Santa Ana, y/o

2.- verificar si evidentemente, como en efecto temían, el  General Páez y sus invencibles llaneros ya se habían unido al Ejercito Libertador.

A tales fines  Páez había decidido disimular su identidad para no dar a conocer su paradero. Bolívar como gesto de paz estaba  vestido de civil y  les ofreció un cordial almuerzo en la Blanquera. Los comensales nerviosos no cesaban de pedir información acerca del Centauro de los Llanos y para asombro de los mismos Bolívar sorpresivamente les hizo saber:

“¡Coronel Churruca, ahí lo tiene a su lado!”

Durante la sobremesa  conferenciaron en privado en un  salón contiguo. Los  emisarios del Rey manifestaron  los términos de un acuerdo de suspensión mutua de hostilidades estableciendo la margen derecha del rio Portuguesa como zona limítrofe de los ejércitos patriotas.  Bolívar se negó de plano a negociar en esos términos porque  significaba la pérdida de territorio ganado,  y además, in pectore,  Bolívar llevaba en silencio, un voto secreto, un compromiso de vida o muerte: liberar a Venezuela y regresar a su amada Caracas. Para que negociar lo innegociable, ni los principios ni los juramentos  son objeto de pacto alguno.

Otro aspecto político de vital importancia, que saturaba la densa y electrizante atmosfera en La Blanquera eran las escasas noticias que se tenía del Gran Congreso Constituyente que se estaba celebrando en Cúcuta. En su ausencia se estaban tomando decisiones trascendentes. El Libertador intuyó que: “algo olía mal en Dinamarca”. Al respecto en extensa epístola dirigida a Santander escribe:

          “Por aquí se sabe poco de congreso y de Cúcuta, se dice que muchos en Cundinamarca quieren federación; pero me consuelo que ni Usted…ni muchos otras autoridades venerables que tiene el ejército libertador gustan de semejante delirio. Por fin, por fin, han de  hacer tanto los letrados, que se proscriban de la república de Colombia, como hizo Platón con los poetas de la suya. Esos señores piensan que la voluntad del pueblo es la opinión de ellos, sin saber que en Colombia el pueblo está en el ejército, porque realmente está;… porque además es el pueblo el que quiere, el pueblo el que obra, y el pueblo el que puede; todo lo demás es gente que vegeta con más o menos malignidad, con más o menos patriotismo, pero todos sin ningún derecho a ser otra cosa que ciudadanos pasivos.”

Esta misiva demuestra que no estaba del todo enterado del curso de las contradictorias deliberaciones del congreso.  Estuvo ayuno de información sobre la conformación de un bando recalcitrantemente  opuesto a su fórmula de un Estado concentrado, fuerte y unitario. Tampoco sabía que Santander, destinatario de la misma, era el jefe de esa fracción separatista que impondría el modelo inviable de una constitución con máximos poderes para el poder legislativo y reducidos poderes para el ejecutivo, atando con ella las manos de Bolívar a los aletargados y pomposos  burócratas de Bogotá. En Cúcuta se  hicieron visibles por primera vez las verdaderas pretensiones de los enemigos de la unidad continental bolivariana. Los mismos que sentían un profundo desprecio, racismo y encono contra los descalzos, semidesnudos, iletrados e invencibles soldados venezolanos.

Como post data Bolívar escribe:

“La división de Urdaneta llega aquí en dos o tres días. El general queda en Carora por sus antiguos achaques. El general Páez está conmigo desde antes de ayer. Pronto entraremos en la lid”.

Mientras esto sucede, el tinaquero José Laurencio Silva se encarga de barrer las fuerzas realistas que acechan los caminos de Tinaco y Tinaquillo. Dos días antes de la batalla, Bolívar lo envía a enfrentar las avanzadas enemigas. En la  madrugada se desarrolló  un sangriento combate, el teniente coronel Silva tomó por asalto Tinaquillo. En el enfrentamiento pereció el jefe realista, capturó prisioneros, caballos y municiones, despejando así  el camino a la gran sabana de Carabobo,  donde el General La Torre había organizado  su cuartel general y concentrado 6.000 efectivos militares. El teniente coronel José Laurencio Silva fue así el primero en entrar en batalla  y también sería el último en abandonar el Campo de Carabobo persiguiendo al enemigo derrotado.

El día 23 en la madrugada Bolívar abandonó la Casa Blanquera en una marcha decisiva y sin retorno. Por la tarde pasa revista en la sabana de Taguanes  a 6.500 efectivos formados en tres divisiones de acuerdo con al plan final diseñado en La Casa Blanquera:

 a) a primera compuesta por la Legión Británica, los Bravos de Apure y 1.500 lanceros de caballería al mando del General Páez;

 b) la segunda división compuesta por una brigada de la Guardia, batallones de tiradores del Escuadrón Sagrado y de los batallones Boyacá y Vargas, al mando del general Cedeño; y,

c) la tercera división conformada por la primera brigada de la Guardia Colombiana con los batallones Rifles, Granaderos , Vencedores de Boyacá y un regimiento de caballería al mando del Coronel Ambrosio Plaza.

d) doscientas (200) heroínas marcharon con Bolívar a Carabobo. Lucieron el uniforme de soldado en el campo de la gloria inmortal. Muchas de estas mujeres  murieron en batalla.

Desde la Casa Blanquera saldrán las órdenes que harían posible la concentración de todas nuestras fuerzas  militares y de apoyo logístico, así como también las directrices para causar la distracción de las fuerzas realistas y así romper la unidad monolítica  de su ejército  y fracturar sus mandos. Bajo sus techos centenarios el genio de Bolívar convirtió las noches en días de intenso trabajo, de largas consultas, de profundas reflexiones y producto de esa delicada tarea surgió la audaz concepción y los minuciosos detalles de la batalla final que realizó el milagro de arrancar a Venezuela de las manos de la España feudal, depredadora y racista.  

El comandante eterno Hugo Chávez, mapa en mano, nunca se cansó de enseñarnos,  en sus múltiples alocuciones, que la geografía es inseparable de la historia, del arte militar y del arte de la política. La Casa Blanquera es un hito geo referencial que debemos valorar y visitar como testigo silencioso que sirvió  de Arca Sagrada para albergar a Bolívar y su Estado Mayor, en  momentos decisivos de  nuestra historia. Fue el músico, poeta, historiador, abogado y ganadero, Dr. José Carrillo Moreno quien tomo la iniciativa de sacarla de las ruinas, restaurarla y dejarla como patrimonio vivo del paso de Bolívar por tierras cojedeñas. De su obra literaria deriva todo lo escrito en esta sincera ofrenda a la memoria de nuestros padres libertadores.

¡Rumbo a Carabobo 200! ¡Nosotros unidos venceremos!

ALEJANDRO CARRILLO


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