250 años del natalicio de Simón Rodríguez: La revolución perfecta

"El maestro de escuela caraqueño era un iconoclasta consciente de la injusticia social reinante y del precario sistema educativo colonial"
Internet

Publicado: 28/10/2019 11:42 AM

Desde la época de Alejandro Magno, y su mentor Aristóteles, pocos maestros han influido tan decisivamente en la transformación de un continente como lo hizo Simón Rodríguez a través de su  alumno Simón Bolívar. Este joven filósofo fue clave en la educación de niño mantuano, sus enseñanzas convirtieron al pequeño aristócrata, y acaudalado huérfano,  en el Libertador de seis naciones.

Era hijo del sacerdote Alejandro Carreño y de Rosalía Rodríguez,  nieto del notable pintor Juan Pedro López, sobrino del canónigo doctoral de la Catedral José Rafael Rodríguez, hermano mayor  del mejor  músico de la época Cayetano Carreño,  y tío abuelo de la extraordinaria pianista y compositora Teresa Carreño.  

El “Sócrates de Caracas” y su aventajado pupilo  estuvieron juntos durante tres momentos esenciales de sus vidas: cinco años en Caracas (1792-1797); tres años en Italia y Francia (1804, 1805 y 1806); y un año en Bolivia y Perú, en 1825. En la primera etapa hizo del niño un hombre de luces y temple; en la segunda lo sacó del desahucio afectivo, tras la muerte de su esposa, y lo hace revolucionario/guerrero para  lanzarlo a libertar un continente; en la tercera lo acompaña y defiende como un gladiador hasta la muerte.

Fue durante aquellos primeros cinco años que Rodríguez, asombrado por las cualidades del niño Simoncito,  logró iniciarlo en el conocimiento de La Ilustración. Fueron las lecturas de autores proscritos por el Santo Oficio (Rousseau, Voltaire, Raynal y Montesquieu) leídos a viva voz, los que abrieron el horizonte y  la luz del gran espíritu universal del futuro Libertador.

La situación de la educación en el continente hispano-americano en general, y en Caracas en particular,  era muy pobre, siendo absolutamente nula para el pueblo y en sumo grado incompleta para los jóvenes caraqueños que tenían acceso a ella.

El  maestro de escuela caraqueño era un iconoclasta consciente de la injusticia social reinante y del precario sistema educativo colonial, comenzó por quitarse su propio apellido (Carreño). Instrumentó un método revolucionario, basado en el Emilio de Rousseau, que haría de Bolívar un genio en el pensamiento y en la acción.  Había  Recorrido a pie España, Francia y Alemania, transformándose en un ferviente admirador y difusor de las ideas del filósofo suizo. 

Partiendo de la razón y la austeridad el audaz pedagogo describe en forma sencilla su plan de educación para el Niño Simón:

“Pensemos más en su suerte social más que en sus comodidades; dejémosle luces en lugar de caudales: la ignorancia es más de temer que la pobreza”

Y continúa:  “en lugar de que se apoltrone en el aire viciado de una habitación, hay que llevarle en medio del prado a que corra, juegue y se caiga cien veces. Con eso aprenderá a levantarse y a sufrir los golpes que habrá de soportar más tarde; se hará intrépido en todo.”

Bolívar, de la mano de Rodríguez, aprendió jugando, nadando, en excursiones con otros alumnos, montando a caballo o en largas caminatas. El profesor cultivaba la observación de la naturaleza exuberante, la experimentación, el estudio de  fenómenos atmosféricos, el análisis,  el uso y desarrollo de la razón, conjuntamente con la fuerza física de un atleta.

Decía Juan Jacobo Rousseau: “A las plantas las eleva el sol y las endereza el cultivo, y a los hombres las luces y la educación”

Rodríguez fue el perfecto Rousseau y el pequeño Simoncito el perfecto Emilio, fue un laboratorio donde el templo de la naturaleza formó el carácter austero, el corazón oro y el temple de una mente visionaria para la revolución independentista.

También la historia de rebeliones locales recientes, como la de  José Leonardo Chirinos,  y no tan recientes, como la  del Tirano Aguirre y la  revolución anticolonialista de Tupac Amaru en el Perú,  fueron descritas detalladamente por Rodríguez para encender la llama de la libertad en el espíritu de Niño Simón.

1. - La Caracas del gran maestro:   Para el día de su nacimiento (28 de octubre de 1769) la pequeña ciudad se aproximaba a 25.000 habitantes. El sistema monárquico colonialista dominaba a través de la esclavitud. El panorama predominante era el de  desigualdades indignantes. Regía un sistema de castas dentro del cual habían estamentos, y dentro de estos una acérrima diferenciación de clases.

España trasplantó a la Capitanía General de Venezuela todos los prejuicios de su complicada y heterogénea composición  religiosa y racial. La riqueza estaba concentrada en escasas familias latifundistas. Se exigía la “limpieza de sangre” para entronizar privilegios;  y se imponían tributos, cargas y vida de esclavitud para los sectores populares.

El trabajo manual y de campo era mal visto y todo su peso era destinado a los  pardos, negros, mulatos y zambos; quienes mayoritariamente conformaban, para ese entonces el 61,3% de la población.

Como consecuencia de las matanzas y enfermedades introducidas por los españoles, los indios tributarios y marginales quedaron reducidos al 18,4% de la población y vivían bajo un régimen de sobre explotación y trabajos forzados.

Para los “bien nacidos” (blancos criollos, blancos peninsulares y canarios) se reservaba ejercicio el exclusivo de las carreras militar, religiosa, jurídica y burocrática, que constituían el 20,3% de los habitantes.

Simón Narciso Rodríguez nació en un entorno de fanatismos e injusticias, de costumbres relajadas y de conventos repletos de niños expósitos (abandonados por sus padres), entre los cuales figuraron él y su hermano Cayetano. Francisco de Miranda, quien fue ampliamente repudiado por el Marquéz del Toro y la godarria caraqueña, solía mostrar en Europa el libro de niños expósitos de la ciudad. Hijos abandonados de las señoritas de la alta sociedad que sucumbían a las exigencias naturales del cuerpo.

2.- Los libros prohibidos: A los quince años Simón Rodríguez comenzó a dar clases para granjearse el sustento diario.  Había recibido de su tío materno, el sabio José Rafael Rodríguez, mucha más que una sólida educación en filosofía, música, arte, letras, gramática y latín. Consolidó bajo la tutoría de este sacerdote un temple forjado en ejercicios diarios, disciplina,  puntualidad y una vida espartana.

Pero  las bibliotecas a las que él tenía acceso eran insuficientes. Las autoridades coloniales habían prohibido por todos los medios posibles la entrada y circulación  de libros y papeles de contenido político o filosófico, provenientes de Francia.

En 1797 la Real Audiencia de Caracas estableció para quienes divulgaren las doctrinas de la Revolución Francesa: “pena de azotes, presidio o muerte según las circunstancias del caso.” 

La España imperial sabía, al igual que todos los imperios de la historia, que podía se ampliamente derrotada en el campo de las ideas, como en efecto así sucedió.

El encanto del fruto prohibido hizo que los textos de los enciclopedistas, y otros autores que inspiraron la caída de los borbones, fueran clandestinamente leídos por todos los caraqueños que ya habían agotado la lectura de las viejas bibliotecas de la ciudad, saturadas de tomos tradicionalmente autorizados por El Vaticano.

Simón Rodríguez más allá de la formación convencional que obtuvo, se esmeró en auto educarse. Era amanuense y contable de los negocios de Feliciano Palacios, tío materno de Bolívar, y el  poco dinero que ganaba lo invirtió en la adquisición de su propia biblioteca. Esteban Palacios, tío favorito de Bolívar, enviaba, desde Cádiz, al joven pensador los libros prohibidos que este solicitaba a cuenta de su escaso salario.

3.- Simón Rodríguez  primer socialista de la América Hispana: Al respecto dice el propio maestro: “Permanecí en Europa por más de veinte años; trabajé en un laboratorio de química industrial…concurrí a reuniones secretas de carácter socialista…”

En efecto en 1797 tuvo que salir huyendo de Caracas dada su íntima participación en la Conspiración de Gual y España, y sus nexos con el Juan de Picornell, francmasón, que pagaba condena en La Guaira por haber organizado un movimiento de ideas republicanas, la Conspiración de San Blas,  para destronar al Rey de España.

En el Chile, los contemporáneos al ilustre caraqueño, lo llaman: “El Socialista”, así lo describe  el escritor  Miguel Luís de Amunátegui.

En las tertulias en casa de Don Andrés Bello concurrían los hombres de letras y saber científico para conocer al maestro de El Libertador. Uno de ellos, José Victoriano Lastarria lo describe así: “Don Simón Rodríguez era un verdadero reformador, cuyo puesto estaba al lado de Owen, de Saint-Simón y  de Fourier. Hombre de genio, independiente y observador…”

El filósofo caraqueño era partidario de una sociedad comunitaria y de una democracia fundada en la educación y el trabajo. Era socialista en el sentido de promover: “una educación social, escuelas sociales, conductas sociales, servicios comunitarios y leyes de interés social.” (Alfonzo Rumazo González – Grandes Biografías)

En sus primeras cartas habla el “Sócrates de Caracas” de la revolución de la educación y de la formación de un “hombre nuevo” mediante la aplicación de El Emilio de Rousseau. Rodríguez fue el perfecto arquetipo del anti burgués, le aburrían infinitamente los convencionalismos acartonados de las clases altas. Con su método innovador buscó formar   mentes lucidas,  espíritus sensibles  y  conciencias despiertas, algo totalmente opuesto a la miseria del  pequeño, mediano y gran burgués que todo lo corrompen. 

En su Defensa a Bolívar escribe un extraordinario manifiesto de orden político, un desiderátum para reivindicar a su defenestrado alumno, y  lo redacta en nombre de: “…un amigo de la Causa Social.”

Hoy 28 de octubre, se cumplen 250 años de su nacimiento, un cuarto de milenio, cuyo transcurrir ya hablan por sí solos de la trascendencia de este genio de la educación revolucionaria. Hoy en día, su pensamiento y legado sigue estando muy adelantado a los tiempos

En síntesis, para el maestro Robinson, la Revolución Perfecta es aquella que es original, que no copia, que se renueva y rectifica,  no imita, sino que es producto de la organización y entrenamiento permanente del pueblo. La Revolución perfecta derrota los dogmas religiosos y políticos,  es hija de la capacitación y de la educación revolucionaria. Al respecto decía el maestro de Bolívar:

“La América española es ORIJINAL, orijinales han de ser sus instituciones y su gobierno, y ORIJINALES sus medios de fundar uno i otro.   O inventamos o erramos”.

Sus enseñanzas, hoy más vigentes que nunca, son un  faro de luz que ilumina a los pueblos latinoamericanos en su lucha contra el neoliberalismo genocida.

Cuando hablaba con el Libertador le insistía en la necesidad de lograr la independencia perfecta a través de la independencia  económica, de nuestros propios inventos, nuestros propios modelos y de una revolución educativa.

Seamos y formemos agentes de cambio social. Seamos y formemos nuevos cuadros para para derrotar al imperialismo depredador. Unidos  venceremos el cerco de hambre que nos impone el imperio estadounidense. Unidos triunfaremos  bajo el sol de la razón, la organización social, la exaltación de nuestra cultura, el trabajo colectivo y el dominio de la ganadería, la agricultura,  las artes y la ciencia.  

¡Simón Rodríguez es faro de luz que ilumina la revolución perfecta!

¡Hasta la victoria siempre!  ¡Venceremos!                  

ALEJANDRO CARRILLO

[email protected]

Comparte esta noticia: