Chavistamente: Una democracia normal



Publicado: 02/11/2016 04:18 PM

Un periodista opositor, que antes fue chavista, y luego no, que fue dialogante, y luego tampoco, y ahora como que sí; declaraba en estos días que en democracia “debería ser normal” que la gente vaya a Miraflores “con el ánimo de hacer un planteamiento, reclamar e incluso, a pedir la destitución del presidente”, Lo que omite el periodista es que para que en una democracia se hable de normalidad, todos los factores de la sociedad deben comportarse como lo dictan las reglas de esa mismísima democracia.
Porque es que parece que la democracia solo aplica al gobierno, que solo el gobierno debe ceñirse a la Constitución, mientras que la oposición, como está bravita porque no le gusta el chavismo, puede violar cada ley que le dé la real gana y luego, claro, echarle la culpa al gobierno porque, según ellos, éste no es democrático.
En otras democracias paradigmáticas para la oposición venezolana la cosa no es tan fácil como la pintan: En los Estados Unidos, por ejemplo, se puede protestar frente a la Casa Blanca, previo trámite de permisos, no es así como que allá vamos y ¡tiembla Obama! No señor, allá, en ese norte idílico, no se puede llamar a un poco de gente a una marcha y luego desviar su rumbo hacia la casa presidencial para exigir la renuncia de nadie. Allá, ni siquiera puedes armar una protesta frente a tu casa, sin antes obtener un permiso, que, por cierto, puede ser negado. Y en la democracia española, el mismo gobierno que se horroriza con las posturas dictatoriales del Gobierno Bolivariano, pasó una ley que criminaliza la protesta hasta el mínimo detalle. Allá, tuitear algo feo contra el Rey, por ejemplo, puede llevarte a la cárcel; y ni hablar de proferir alguna amenaza de muerte… Hablo de estos dos países, para no extenderme con el resto del mundo “democrático” y porque sus gobiernos, particularmente, son promotores de la oposición venezolana.
En una democracia, para que sea normal poder ir a la casa presidencial a manifestar, tendría que existir una oposición democrática, no una que desde hace 17 años no haya hecho nada que no sea atentar contra el país. No una que juegue a la amnesia selectiva y despache como cosas del pasado el Golpe de Carmona, el sabotaje petrolero, las guarimbas, el llamado a descargar la arrechera, La Salida y el reguero de daños y muertos que estas acciones nos han dejado. No una cuyos dirigentes políticos llamen a desacatar los resultados electorales a menos que estos les favorezcan.
Allá, en las democracias idílicas que la oposición suele tomar como referencia, bastaba uno solo de los desmanes que ha cometido la oposición aquí para que sus dirigentes terminaran condenados por un tribunal a confinamiento solitario perpetuo, vestidos con su braga anaranjada, si es que no amarrados a una camilla, con una inyección letal clavada en la vena. Allá, ninguno de los firmantes del decreto de Carmona se habría salvado, por lo bajito, de muchos años de cárcel; mientras que aquí se pretende imponer una especie de una oposición “borrón y cuenta nueva”, con con una dirigencia reincidente en el atajo, en la desestabilización, en el golpe, y ¡ay!l si llega la ley, entonces el clamor es que son víctimas de la persecución política de esta dictadura represora que no los deja hacer lo que les da la perra gana.
Tampoco se puede hablar de “normalidad” democrática desde un periodismo que alcahuetea los vaivenes golpistas de la oposición en la cual milita. Un periodismo que inclinó el ángulo de sus cámaras para que no se viera quién mataba a quién en Puente Llaguno y desde ahí crear su propia torcida y premeditada historia. Que alentó, desde sus medios, a perseguir chavistas. Que reportó en vivo la cacería a Rodriguez Chacín, con golpiza y todo, como un logro de la nueva democracia que se instalaba de golpe. Que aplaudió la toma y el silencio impuesto al principal canal del Estado. Ese periodismo que, como hizo Globovisión en los tiempos cuando a Uribe “le faltaron cojones -perdón- tiempo para atacar militarmente a Venezuela, seguía a los convoyes militares que Chávez movilizó hacia la frontera y informando sobre su posición en vivo, directo, vía satélite… ¿a quién?. Ese periodismo que, ante el llamado a descargar la arrechera,  incitó ataques a los Barrio Adentro, runruneando que las urnas electorales habían sigo escondidas dentro de sus módulos. Ese periodismo que pretende construir una épica libertaria, convirtiendo con su narrativa a violentos guarimberos en inocentes manifestantes pacíficos asediados por un gobierno represivo, que, paradójicamente, es el que termina poniendo los muertos. Ese periodismo que le niega la voz a la víctimas y es vocero de los victimarios… Ese periodismo que se hace la vista gorda y que quiere, con su cara de tabla, venir a darnos lecciones de normalidad democrática.
En cualquier democracia, ante la solicitud de ir a protestar Miraflores, el gobierno vería quiénes son los solicitantes, y tomaría el video de la última marcha, donde los manifestantes exigían a sus líderes ir al Palacio Presidencial, porque “esta vaina se acaba con sangre”.  También las autoridades tomarían en cuenta los antecedentes de todas y cada una de las protestas opositoras que se han hecho en estos años, entonces, como debe hacerlo cualquier gobierno responsable, para preservar el orden y salvaguardar la seguridad de todos los ciudadanos, les negaría el permiso.
Si quieren normalidad, lo primero que deberían hacer es pedirle a su dirigencia que haga  una oposición “normal”, es decir, que se ajuste a las normas, a las leyes, y que desistan de andar dando tumbos y a lo loco, buscando atajos inconstitucionales. Que hagan política, que gobiernen donde son gobierno y que, desde ahí, con sus gobernaciones y alcaldías como ejemplo, demuestren lo bonito y eficaz que es el proyecto político que ellos proponen para todo el país. Eso es lo que debería ser normal, pero no lo es.
CAROLA CHÁVEZ

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