De la guerra a la conspiración, maniobras de EE.UU. para detener a China

EE.UU. registraba un déficit comercial de 861.781 millones de dólares
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Publicado: 17/07/2020 06:43 PM

El ascenso de China en el mercado global de bienes y servicios estremeció los cimientos de la otrora considerada como la primera potencia económica del mundo: Estados Unidos.

En las últimas dos décadas, Washington pasó de ser exportador a depender de las importaciones, dadas las ventajas competitivas (acceso a mercados, mejores infraestructuras y bajos costos de la mano de obra) que ofrece Pekín al empresariado, sector que optó por transferir al gigante asiático centros de trabajo y capitales para incrementar el margen de beneficio. Una escena imperdonable para la élite gobernante de EE.UU.

De acuerdo con la Organización Mundial de Comercio (OMC), EE.UU. registraba un déficit comercial (diferencia negativa entre exportaciones e importaciones) de 861.781 millones de dólares en 2017. Del total, 396.128 millones de dólares corresponden a China.



“Estados Unidos depende 21,9% de los chinos en cuanto a bienes importados, de los cuales 49,81% corresponde a maquinarias, repuestos y tecnología. Es el caso, que mientras EE.UU. muestra números rojos en su balance comercial, China registró superávit de 419.577 millones de dólares en 2017”, refiere el artículo de opinión “Guerra comercial EEUU-China”, de la economista Pascualina Curcio, publicado el 25 de agosto de 2019, en el periódico Últimas Noticias.

El desarrollo tecnológico chino incrementó de manera exponencial en un período de cinco años, situación que amenaza el predominio norteamericano en el mercado al reducirse la exposición de empresas como Apple, Microsoft, Amazon o Google a escala local. China continúa siendo el mayor mercado para los productos de EE.UU. Es un obstáculo para mantener la supremacía en sectores estratégicos.

En la configuración del nuevo esquema multilateral, la administración de Donald Trump suprimió el libre comercio por el proteccionismo. Es la imposición de sanciones un mecanismo para controlar el poder geopolítico.

Dólar en jaque


En marzo de 2018, EE.UU. declaró una guerra comercial al imponer aranceles de 50.000 millones de dólares a 1.333 productos chinos, acción que afectó al sector mecánico, electrodoméstico, químico y de equipos eléctricos. En respuesta, China aplicó un gravamen de 25% a 106 productos estadounidenses (soya, maíz, trigo, productos químicos, automóviles y aviones).



El argumento de la batalla arancelaria fue el presunto robo de secretos comerciales (software, patentes y otras tecnologías), sin embargo, el lanzamiento del petroyuan, respaldado en oro, y su potencial para derrocar al dólar como moneda de reserva mundial habría sido la verdadera razón.

El dólar domina las transacciones de crudo desde 1970. Durante ese período la demanda se incrementó significativamente en los mercados internacionales, lo que generó confianza en la moneda estadounidense y, por ende, beneficios a la economía.

La emisión de contratos de futuros de petróleo en yuanes, que inició el 26 de marzo de 2018, amplía la presencia de la moneda china en mercados internacionales, fortaleciendo así el desarrollo interno de su aparato económico al no depender de flujos financieros tasados en dólares.

La hegemonía del dólar está en jaque. A medida que caduquen los bonos y contratos de deuda en dólares, la riqueza de las élites norteamericanas se reducirá. El yuan representa una alternativa para los países exportadores que enfrentan medidas unilaterales de EE.UU., tal es el caso de Venezuela que, desde septiembre de 2017, cotiza su cesta petrolera en yuanes para proteger su economía.

Huawei, objetivo de guerra

Washington, suele emprender maniobras severas contra quienes se oponen a su liderazgo. A la guerra comercial, se sumó la campaña de descrédito contra la tecnológica china Huawei al calificarla como “una amenaza para la seguridad nacional” por presuntos riesgos de espionaje.

En mayo de 2019, el gobierno de Donald Trump prohibió a empresas estadounidenses utilizar equipos de telecomunicaciones fabricados en China, acción que ocasionó el fin de las alianzas entre Google y Huawei, que debió eliminar servicios y aplicaciones de la compañía californiana.

No obstante, la razón principal del ataque contra Huawei sería su protagonismo en el desarrollo de la infraestructura 5G, tecnología en que la aventajan por “dos o tres años” a sus competidores, sentenció su fundador Ren Zhengfei.

De acuerdo con cálculos preliminares de la Agencia de Ciberseguridad Europea, la industria 5G movería 225 billones de dólares al año 2025, reseña el diario digital La Voz de Asturias.

EE.UU., no cuenta con empresas líderes en redes 5G, fundamentalmente porque su política económica limita el desarrollo de estándares tecnológicos unificados. Sin embargo, The Wall Street Journal reveló que Microsoft, Dell y AT&T avanzan en un nuevo estándar abierto para la nueva generación de telefonía y datos móviles.

Al ver amenazados sus intereses, la Casa Blanca aumentó la presión contra países europeos para excluir a Huawei del despliegue de redes 5G. Sin embargo, la Unión Europea ha desatendido la petición estadounidense, tanto que la primera fábrica fuera de China se instalará en Francia.

Por otro lado, Huawei experimenta un acelerado crecimiento al registrar ingresos superiores a los 100.000 millones de dólares a causa de su expansión a países europeos. Además, la operadora china elevó sus ventas de 20 millones de teléfonos en 2011 a más de 250 millones a finales de 2019, recoge el diario económico español Expansión.

COVID-19, táctica desesperada


Durante dos años, la administración de Donald Trump ha intentado desestabilizar a China a través de restricciones económicas y comerciales, ahora promueve teorías conspirativas para ganar aliados en la pugna contra el gigante asiático.


Washington, dirige un ataque sistemático contra Pekín al señalarlo como responsable de la propagación del Sars-CoV2. Trump, sin evidencia alguna, acusó a un laboratorio de virología de  Wuhan, capital de la provincia de Hubei, de desarrollar el virus, así como a la administración de Xi Jinping del manejo ineficaz de la enfermedad infecciosa.

“Si fueron conscientemente responsables, sí, entonces deberían haber consecuencias”, aseveró durante un conferencia de prensa en la Casa Blanca, celebrada el 18 de abril.

En una medida de presión judicial, el fiscal general de Missouri, Eric Schmitt, demandó a China alegando presunta responsabilidad por “la enorme muerte, sufrimiento y pérdidas económicas” a causa de la pandemia.

China recordó que EE.UU. no compensó a ninguna nación a raíz de la pandemia de gripe A (H1N1), cuyos primeros casos se registraron en Norteamérica en 2009.

La pandemia desató hostilidades contra Pekín. Líderes de Australia, Francia y Reino Unido han insinuado que las autoridades chinas ocultaron información sobre la gestión del COVID-19, fundamentalmente datos relacionados con el origen del virus, enfoque del manejo epidemiológico y transparencia de datos.

En la opinión pública se sembró la hipótesis que señala a un laboratorio científico de Wuhan como el creador del nuevo Coronavirus, siendo Fox News y The Washington Post, los mayores promotores de la campaña mediática contra China.

La respuesta de China no tardó en llegar. El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Geng Shuang, apuntó que el gigante asiático “también es víctima del virus” y no culpable o cómplice del brote epidémico.

“Atacar y desacreditar a otros países simplemente desperdicia tiempo y no puede salvar vidas perdidas”, sentenció Shuang, citado por RT.

El recrudecimiento de la oposición contra China estremecería el sistema geopolítico al decantar la balanza a favor de los intereses de grupos de poder económicos estadounidenses.

“Después de la epidemia, el entorno externo para nuestra supervivencia será más severo. Debemos prepararnos para lo peor”, aseveró el experto petrolero Fu Chengyu.

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