Los caramelos de la CIA

"Una conciencia saturada de las brutalidades que cometieron contra millones de inocentes vietnamitas (entre otras), son las miserables monedas con que les pagan por los servicios prestados"
Foto de mural de Banksy

Publicado: 04/05/2020 05:53 PM

Una sombra miserable de vergüenza y cobardía cubre hoy a los Estados Unidos de América al cumplirse cuarenta y cinco años de su humillante derrota  ante el pueblo socialmente organizado y disciplinadamente entrenado de Vietnam.

Entre 1955 y 1975, El Pentágono y a la CIA,  ejecutaron  en Indochina la primera guerra farmacológica. Nunca antes en la historia se había usado en forma masiva sustancias psicotrópicas adictivas dentro de un inmenso contingente de soldados, ordenado por sus propios generales. Cientos de miles de  marines fueron inducidos a consumir drogas pesadas, fueron usados como verdaderas ratas humanas de laboratorio.  Acatando órdenes jerárquicas de sus superiores, durante largas misiones de reconocimiento, les fueron suministrados cocteles de speeds, opium y esteroides.

Siguiendo al pie de la letra el Manual Kubark de la CIA y los instructivos   militares del Pentágono,  a cada soldado se le debía administrar, por cada 48 horas de combate,  20 miligramos de estimulantes (anfetaminas y dexedrinas), adicionalmente opioides, como la potente droga Darvon, combinado con esteroides. Pero dichas dosificaciones raramente fueron obedecidas, ergo,  a los marines se les suministraban tan frecuentemente como lo requirieran, por lo  que eufemísticamente se les denominó “Candies” (caramelos). Toda una fábrica de héroes, modelos ejemplares de la Civilización Occidental y del consumo marginal estadounidense. Ratas humanas de laboratorio, el epítome cultural del glamoroso estilo de vida de una sociedad que desde dentro esta carcomida de odio y prepotencia.

Así que  para disipar el temor de la guerrilla comunista, mantener un estado de alerta y  prevenir las intempestivas emboscadas, se les daba valor caramelizado, y se impartía  coraje en tabletas. Entre 1966-1969, los infantes de marina consumieron 225 millones de caramelos, con el debido acato y  debida obediencia,  las misiones de  los bravos y libres norteamericanos consumían un promedio de 205.450 tabletas diarias. En un periodo de tres años, igual a 1095 días, fueron  suficientes dosis y sobredosis como para destruirle, cada 24 horas,  el sistema nervioso, de varias manadas de elefantes.

 En  toda misión de reconocimiento de largo alcance, en el bolsillo del uniforme de estos valerosos soldados norteamericanos, destacados en Vietnam, por instrucciones de los superiores jerárquicos, siempre debían tener sus dosis de heroicidad, consistentes de  12  tabletas de déxedrinas,  12 tabletas de Darvon (opio) e inyectadoras cargadas de esteroides. Muchos de estos bravos y valientes eran evacuados de los campos de batalla, víctimas de colapsos nerviosos y sobredosis.  Semejante cocktail de drogas para producir, en frio,  infanticidios y genocidios sin el menor remordimiento posible. Todo debidamente avalado por el Food and Drug Administration y la Asociación Internacional de Psiquiatría.

Hoy, a esta misma hora, pasado casi medio siglo, en muchas ciudades de los Estados Unidos, cuarenta y cinco años después de su vergonzosa derrota, esos conejillos de indias humanos, vagan insomnes en la inmensidad de un vacío lleno de  “flash backs” (tormentas mentales regresivas), gracias a los fármacos inyectados en sus cerebros por el Pentágono y la CIA, con la anuencia de la Casa Blanca. En veinte años de intervención directa, los oficiales y  marines del portentoso ejército de los Estados Unidos consumió el equivalente a un billón quinientas mil (1.500.000.000) dosis de caramelos.

Las memorias regresivas escenas sangrientas, la ausencia total de sueño, la imposibilidad de conciliar la paz del pensamiento y una conciencia saturada de las brutalidades que cometieron contra millones de inocentes vietnamitas, son las miserables monedas  con que  les pagan por los servicios prestados. Muchos de estos veteranos duermen en las calles, ante la mirada indiferente de los transeúntes que los ven como mendigos, bichos raros. Son vidas desechables, la Ley del Condón.

Miles de veteranos de guerra de E.E.U.U. no gozan de una pensión o servicios médicos dignos, han sido dejados a su suerte. Muchos de ellos en sillas de ruedas,  físicamente lisiados, con extremidades amputadas y severas lesiones psiquiátricas;  se ven forzados a mendigar para sobrevivir. Otros viven en condiciones infrahumanas cargando las secuelas postraumáticas por el consumo extremos de heroína y drogas pesadas. 

 Dos millones quinientos noventa mil (2.590.000) marines  fueron expuestos al potente herbicida Agente Naranja, transmitiendo horribles  taras genéticas a sus descendientes. Todavía son noticia los suicidios que cometen los derrotados veteranos  por los horrores que arrastran 45 years after;  sobrevivientes sonámbulos que deambulan sin rumbo aún por las calles de Estados Unidos,  preguntándose  el porqué  de   una guerra a la cual fueron llevados, bajo el engaño,  en áreas de: ¡la lucha contra del demonio  comunista y en defensa de la libertad! ….bajo fianza.

Poblaciones civiles enteras fueron arrasadas, el tejido social destruido con napalm. El agente naranja  arrasó arrozales, selvas enteras exfoliadas, y se condenó a la miseria de las malformaciones genéticas a futuras generaciones del pueblo vietnamita. El fósforo blanco acabó con miles de vidas inocentes, en fin Estados Unidos desplegó toda su panoplia militar. Se incineraron vivos a niños, mujeres, ancianos, madres embarazadas. Aldeas enteras fueron rociadas con napalm, fosforo blanco y agente naranja, como quien rocía insecticidas para exterminar animales inferiores.  

Forty five years after, cuarenta y cinco años después, Vietnam victorioso y  unificado se levanta como una gran nación,  ha consolidado un fuerte aparato productivo, capaz de autoabastecerse en todos los aspectos de sus necesidades agroalimentarias y exportar sus productos, con un significativo  desarrollo industrial y  avances científicos importantes. La misma estrategia de guerra de la disciplina social y el trabajo colectivo en colmena,  que Ho Chi Minh y el General Giap diseñaron para ganar la guerra contra los Estados Unidos, es la misma línea de acción  en conjunto que colectivamente ejecutan en todos y cada uno de sus actos para ser una  poderosa potencia en desarrollo,  con un pasado histórico glorioso digno de toda nuestra  admiración y respeto.

El 30 de abril de 1975, el Ejército Popular de   Vietnam derrotó definitivamente, por aleccionadora paliza, al todopoderoso imperio norteamericano. Mientras los soldados del Viet Cong  avanzaban victoriosos sobre la antigua ciudad de Saigón, hoy ciudad Ho Chi Minh, los helicópteros atiborrados de funcionarios de la embajada norteamericana  no podían levantar vuelo por el exceso de personas desesperadas que intentaban abordarlos, tropas aerotransportadas se estrellaron y más  110.000 pity - yankees salieron volando en fuga.   Los derrotados se arrojaban al mar en el desespero de la huida, los botes de salvamento fueron insuficientes, los portaviones no se daban abasto para evacuar a miles, el pánico se apoderó de marines, así como también de los  opositores que veinte años antes habían  apoyado la invasión imperial estadounidense.

Ante tanta arrogancia  y prepotencia,  el frágil  tío  Ho humildemente  les advirtió:

 “Por cada diez de los nuestros que matéis nosotros mataremos uno de los vuestros…y antes que esto suceda ustedes los norteamericanos estarán derrotados”

Como en efecto así sucedió. Vietnam fue la primera gran guerra televisada, así como retrasmitida fue también la gran derrota norteamericana. 58.000 marines perdieron la vida en acción, 300.000 marines heridos, 1700  desaparecidos,  otros centenares de  miles de soldados norteamericanos  regresaron a sus casas con una amplia adicción a las drogas y con serios problemas de adaptación social, miles  en sillas de ruedas, con extremidades amputadas, minusválidos y en su gran mayoría con graves trastornos mentales.

El Síndrome de la Guerra de Vietnam marca el inicio de la expansión masiva del consumo de drogas de todo tipo en USA, la aparición de los carteles del narcotráfico,  y el  principio de la transmutación del gran sueño a la gran pesadilla norteamericana. Esa perturbada mentalidad es el signo de una sociedad enferma, criminal capitalista, viciada de prepotencia  y de una falsa superioridad que entraña a la bestia de los últimos tiempos, a una potencia   genocida.

Sin embargo, la vergonzosa derrota que sufrió el más grande imperio de la historia de la humanidad, no ha sido lección suficiente para que cese en su afán de crear enemigos imaginarios, invadir países y sembrar a su paso muerte y destrucción. Las destrucciones  de Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y las intervenciones en Gautemala, Rep. Dominicana, Panamá, Chile y ahora Venezuela son la secuencia interminable de su papel de perro guardían del planeta.

 La clase dominante y supremacista de los Estados Unidos de Norte América se siente ungidos por un mandato divino para instalar en todos los órdenes, de su  expan-sionismo hegemónico, fábricas de pobreza, fábricas de violencia y fábricas de drogadictos.

Por eso al hablar de Vietnam el comandante Ernesto Guevara expresó:  

“O Revolución Socialista o caricatura de la Revolución…debemos crear uno, dos, tres… muchos Vietnam”

ALEJANDRO CARRILLO GARCÍA 


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