Opinión: La godarria fanfarrona

El estamento político burgués y la godarria criolla venezolana quedaron sacudidas ante Hugo Chávez
Foto: Internet

Publicado: 08/11/2018 08:38 AM

 “Somos lo que hacemos” , Erich Fromm

El 4 de febrero de 1992 el estamento político burgués y la godarria criolla venezolana quedaron sacudidas ante Hugo Chávez y sus insurgentes actuando coherentemente y  dejando herido de muerte al sistema democrático representativo. Era la hora de la acción, y un grupo de soldados - pueblo uniformado - se organizaron para refundar la patria. 

La Godarria parasitaria, ladrona y asesina adora la fanfarria; al país había que descuartizarlo con bombos y platillos. AD y COPEI eran la dupla perfecta de  fanfarrones jugando, durante lustros,  a los carnavales electorales con costos inimaginables. La técnica era pan, circo y represión para sofocar las rebeliones. Contrataban a David Garth o Joe Napolitan para alternarse en Miraflores. Estos gurús importados (consultores políticos) cobraban emolumentos estratosféricos en  millones de dólares para fabricar mitos y convertir mentiras en verdades. Entregaban a los candidatos los programas de gobierno elaborados por Departamento de Estado, dictaban las recetas mágicas  y los mensajes subliminales dirigidos a controlar el subconsciente colectivo. Eran comicios repletos de miserias informativas.  En el fondo se trataba de vender al país sin importar el precio. La memoranda de dichos asesores así lo demuestra.

Ganaba las elecciones quien mejor pagaba al asesor gringo de turno. Un slogan electoral bien diseñado llevó a la presidencia a Carlos Andrés Pérez  (CAP), ministro policía, que tenía en su haber la muerte de  jóvenes venezolanos  que solo protestaban contra   la dictadura bipartidista. Siendo presidente CAP consumó su vocación de asesino con la muerte de Jorge Rodríguez padre. 

En un estudio de VTV CAP fue adiestrado como fanfarrón brinca charcos luciendo chaqueta a cuadros, “democracia con energía”;  y años después  un locutor de ese mismo canal, Bob Rangel,  con un loro al hombro  ridiculizó  a  Rafael Caldera quien reclamaba vehemente a Jaime Lusinchi  dar respuesta  pública a una carta política que nunca se molestó en leer.

También vimos en Caucaguita a Aleída Josefina  junto  al campeón del retorno preguntar “¿es esto correcto?”.  Luís Herrera Campins recibió, según sus propias palabras, a una “Venezuela hipotecada” y asfixiada por una deuda eterna  irresponsablemente contraída, y a  la cual se empeñó en hipotecar aún más. No hubo inversión social plena ni suficiente, y si muchas obras públicas pagadas, anunciadas y no realizadas.

 El bipartidismo venezolano era un apéndice del  norteamericano. AD y Copei  pagaron multimillonarias campañas a los dioses del marketing electoral para cumplir lo ordenado desde Washington. Para los consultores políticos gringos y la partidocracia criolla no se podía dejar margen a  la VERDAD, y por si fortis guardaban bajo la manga a los magos de última hora  encargados de la trácala en las mesas de votación. Ocurría entonces la resurrección de los muertos, la usurpación de identidad, la forja de actas, la  quema o desaparición de cajas  electorales, compra de votos a boca de urna, operativos cloacales y la tristemente célebre acta mata votos.

Pasada la farsa electoral las promesas quedaban enterradas y acto seguido se pasaba a la burla general. La ley era  secuestrar la voluntad del soberano y por  cinco años más se gobernaba a puerta cerrada. Uslar Pietri con ingenua ironía declaró que después de cada proceso electoral los venezolanos asistíamos, cual pendejos, a un espectáculo o circo que bien podría  llamarse la danza de los millones. Bien supo advertir, en entrevista privada,  el autor de “Lanzas Coloradas “al comandante Chávez del enorme roll histórico que le tocaría desempeñar.

Abajo, muy abajo distante de los comandos de campaña, ajena a los trucos del marketing y las caravanas adeco copeyanas, surgía un descontento que clamaba transparencia electoral, actuaciones políticas coherentes, mayor participación y protagonismo de los actores políticos invisibles, los de a pie, los sin voz.

 Para  ese entonces  no existía el sistema electoral más avanzado del mundo que nos legó Hugo Chávez;  de cuyos  actos y procedimientos la soberanía se expresa, recoge y transmite sin solución de continuidad.

Hoy el cuadrilátero político esta desprovisto de oposición, por lo menos de una seria y responsable que no esté empeñada en un baño de sangre, una guerra civil o  una invasión de fuerzas extranjeras. Persisten en la muerte de seres venezolanos,  mientras ellos llevan una vida de lujos y restaurantes gourmet en Bogotá, Madrid y Miami. Las elecciones abiertas en buena lid les dan pavor. Carecen de cuadros políticos confiables, no tienen recursos dialécticos ni discurso político. Vencer y convencer con argumentos y acciones contundentes solo lo practica el chavismo, en voz de los magníficos  cuadros del PSUV.

Chávez  desmanteló  la farsa y, sin desmerecer el uso real de las ciencias estadísticas,  lo que menos hace falta es ese ingrediente  banal, superficial e infantil de los ardides publicitarios, los juegos de palabras y demás yerbas aromáticas.

Vender jabones, publicitar productos y hacer campañas masivas  de promoción comercial no es lo mismo que hacer política. La conexión entre cuadros políticos de base y líderes revolucionarios es un deber inmanente  y permanente a la condición revolucionaria que nos mueve.

El deber ser y el deber hacer es UNIDAD y LEALTAD.  Uno es lo que uno hace,  y a pesar de tantos truenos, sanciones y amenazas imperiales, seguimos avanzando hacia la revolución total.

 

ALEJANDRO CARRILLO

 

Comparte esta noticia: