Racismo y poder

Se cumplen 100 años del linchamiento de 3 jóvenes negros en el mismo estado donde fue asesinado George Floyd
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Publicado: 14/06/2020 10:53 AM

Fue una producción del cine mudo, “El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation)” de D.W.Griffith, adaptación de la novela “Los Klaneros” de Thomas Dixon Jr., la que destapó el odio exterminador soterrado por décadas, y causó la más sangrienta oleada de quema de iglesias, voladura de casas, linchamientos, ahorcamientos e incineraciones de negros, católicos, judíos, inmigrantes (italianos, irlandeses y mejicanos), comunistas y dirigentes sindicales en los Estados Unidos de Norte América.

La película fue por primera vez proyectada al público el 08 de febrero de 1915, y después en privado en la Casa Blanca, donde fue recibida con aplausos, brindis y el grandilocuente discurso del Presidente e historiador Woodrow Wilson.

Bajo la inspiración de este film, en Denver Colorado, Josep Simmons, ex pastor presbiteriano, antiguo vendedor de ropa y ducho charlatán, relanzó el KKK, la madre de todas las sectas. Regresaba con la aprobación de buenos financistas y dispuesta a segregar, disminuir y subordinar a condición de esclavitud a quienes no fueran 100% americanos de pura raza. El pedigree ante todo. 

En ese contexto, hace hoy 100 años, el 15 de junio de 1920, se efectuó el linchamiento de tres jóvenes afroamericanos, obreros de un  circo local. Fueron despiadadamente asesinados a plena luz del día, en la misma entidad federal que es hoy la capital  de la vergüenza y la cobardía policial norteamericana, el estado de  Minnesota.

Ese día en Duluth, una multitud blanca, ciega de odio racial, profanó las celdas de la cárcel de la supremacista ciudad, sacaron por la fuerza a Elías Clayton, Elmer Jackson e Isaac McGhie, los arrastraron por las calles , los apalearon hasta el cansancio y luego los colgaron de un poste de luz. Posteriormente se demostró que los cargos por  robo y  violación a una mujer blanca de 19 años que les imputaban eran infundados y las pruebas inexistentes. Todo fue una farsa alentada por la prensa amarillista del estado, en combinación con  los dragones, kleagers, ciclopes, exaltados magos estadales e imperiales y toda esa bagatela de personajes que ostentan cargos y títulos nobiliarios que otorga la organización a sus más conspicuos integrantes.  

Siguiendo el manual de normas y procedimientos sectarios, al final de la matanza, todos los participantes se tomaron una foto con sus trofeos de cacería. Foto que sería posteriormente difundida en tarjetas postales a todas las sucursales del clan.   Esta y otras  prácticas inveteradas de intolerancia y corrupción  lograron que  todos los miembros del jurado y el fiscal fuesen blancos simpatizantes. En consecuencia nadie fue preso por este atroz acto de barbarie y crueldad. Existe desde entonces un fondo de recursos para la defensa penal de sus afiliados. Impunidad garantizada o le devuelven su membresía del club de los selectos.

El libro Without Sanctuary (Sin Santuario), recoge ochenta postales recordatorias de linchamientos a negros e incluso a sindicalistas blancos, lo que demuestra que en su momento actuaban como bandas del crimen organizado que agrupaban delincuentes comunes, blancos desempleados, resentidos sociales, violadores, sádicos, aburridos sin oficio, políticos desplazados, granjeros y trabajadores temerosos de la competencia negra y obrera.

KKK no solo fue una secta legalmente registrada que opera libremente desde 1865, sino que también es un motor invisible que mueve poder económico y político. Articula los  hilos de poder mediante delegados electos a las convenciones de los partidos del status quo (demócratas y republicanos), o en la obscuridad de sus sociedades medievales, asociaciones civiles y fundaciones “caritativas”.

Varios mandatarios han estado directamente vinculados o formaron parte de sus filas: William Mc Kinley, Woodrow Wilson y Harry Truman. Documentos recientemente desclasificados en 2017 revelan la filiación de Lyndon B. Johnson.  Por eso el clan se ha desenvuelto a sus anchas  bajo la mirada permisiva de Washington, gobernadores de estado y alcaldes de condados. Existe una larga lista de senadores, diputados, gobernadores, legisladores, magistrados, jueces, jefes y agentes policiales que engrosan sus filas.

“El Imperio Invisible”, como ellos mismos se autoproclaman, fue prohibido por el Presidente Ulysses Grant en 1871. En esa misma fecha y para subsistir  el KKK funda la Asociación Nacional del Rifle (National Rifle Association - NRA), la cual  congrega a la fecha de hoy a 5.000.000 miembros inscritos, medio millón de los cuales son afectos al credo supremacista. Sus directivos son una fuerza de presión  política que permanentemente hace antesala en la Oficina Oval para defender los  intereses del aparato industrial militar.  Su actual presidente es el tristemente célebre Oliver North enjuiciado por el Caso Irán – Contras o “Irangate”.  Durante las sesiones del proceso judicial encubrió con falsas declaraciones (delito de prevaricación y obstrucción de la justicia) al entonces presidente Reagan para que este no fuera reo de justicia y sometido a juicio político y destituido del cargo.

Los inicios del clan datan del final de la Guerra de Secesión (12 de abril1861- 9 de abril 1865). Fue fundado por seis oficiales  ex confederados en Nashville – Tennessee. Sus siglas derivan de la palabra griega círculo (Klyklós) y del vocablo escocés clan. El imperativo de sus principios fundacionales son: pertenecer, sostener y defender  a los  Estados Unidos 100% americano, blanco, protestante, anti-católico, anti-judío, anti-inmigrante, anticomunista y homofóbico”. Cualquier similitud con Donald Trump es pura coincidencia.

En esta fase inicial ocurrió La Masacre de Colfax donde murieron 150 afroamericanos por la cobarde acción violenta de los jinetes del clan disfrazados con trajes largos y máscaras mortuorias para ocultar su identidad. 

El segundo auge surge entre 1915 y 1930, el clan llegó a tener más de seis millones (6.000.000) klaneros y klaneras. El 75% de los miembros de los cuerpos policiales en todos los estados del sur y algunos estados del oeste eran militantes activos iniciados en ritos feudales que no son sino una ridícula parodia de la rica tradición medieval de los caballeros andantes. Sus arcas millonarias se enriquecieron con las cuotas de membresía de sus correligionarios y las donaciones de iglesias protestantes y poderosas corporaciones.

El 08 de agosto de 1925 marcharon en Washington más de 40.000 claneros, con antorchas y cruces encendidas, vestidos con largas sotanas blancas y máscaras capirotes puntiagudos. El despliegue de una ancha bandera norteamericana de 50 metros de largo, llevada por sus blancas mujeres, sirvió de cesta para recoger los miles de dólares que llovían desde las ventanas de casas y edificios. Todo un festín de popularidad xenofóbica y racista.

En 1920, el magnate de la industria  automotriz Henry Ford, financió 500.000 ejemplares de una publicación profundamente antisemita “Los Protocolos de los Sabios de Sion” y lo mandó a traducir en 16 idiomas. El héroe de la aviación Charles Lindbergh apoyó y militó en el Partido Nazi de los Estados Unidos, de cuyas chequeras se emitían sendos cheques para personalidades y actividades del clan. Tanto Hitler como Gobbles hicieron públicas sus declaraciones de Estado en favor de la secta y sus misioneros.

Después de la gran depresión de 1929 y posterior al boom económico de la II Guerra Mundial el clan pierde notoriedad y adeptos. Los fraudes detectados por la Oficina de Impuesto Sobre la Renta desalentaron a muchos de ellos. El escándalo de fortunas sustraídas de las cuotas de membresía, negocios turbios y   la caída del Tercer Reich atomizó a los supremacistas en múltiples agrupaciones racistas que están diseminadas a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos. Hoy quedan  5.000 miembros inscritos que cotizan mensualmente sus derechos de membresía, 3.000 miembros uniformados de cuerpos paramilitares y fuerzas de choque, y más un millón de seguidores censados en los 50 estados de la Unión.

Dentro de los 9.147.593 km de superficie de los Estados Unidos habitan 224.000.000 blancos, 46.500.000 latinos, 36.500.000 afro descendientes, 13 millones de asiáticos y 2.000.000 de indios originarios.  Hoy existen censados 892 grupos de odio, todos de ultra derecha. Siendo una minoría la gran secta del KKK ha logrado distorsionar la mentalidad de una sociedad enferma de miedo y torcer el curso de su historia hacia los abismos de los más oscuros despeñaderos. El imperio se desploma como el  gigante bíblico de pies de barro.

La secta tienes sus sanctasanctórum ubicadas en los estados de Mississippi, Alabama, Luisiana, Georgia, Tennessee y Colorado. Los cuarteles centrales del racismo y la  xenofobia están  en las ciudades de Denver, Nashville, Grand Canon, Memphis y  Mississippi. Allí se desataron todas las furias de los supremacistas en los años 60 contra el movimiento de la población afro americana en su lucha por la conquista de los Derechos Civiles.

En esta  histórica década tuvo lugar la titánica proeza de Martín Luther King, Viola Liuzzo, Andrew Goodman, James Chaney y Michael Schwerner por la incorporación de los negros al registro de votantes electores y un puesto en primera fila en autobuses, aulas de clases, parques y sitios públicos. Todos fueron asesinados.

Aquellos que no recuerdan el pasado y que se empeñan en negarlo están condenados a repetirlo. Cien años después del brutal linchamiento de tres jóvenes obreros de un circo en el mismo estado de Minnesota la historia del dragón imperial clamando por su cuota de sangre vuelve a repetirse. Los viejos dragones siguen agazapados bajo las alfombras de la poderosa sociedad de los predestinados que se sienten con autoridad y derecho para plagar al mundo de crímenes, exterminio racial, pobreza y miseria en nombre de su autoproclamado destino manifiesto.

No en vano, durante más de siglo y medio, más de 11.000 linchados, ahorcados, quemados vivos y apaleados han derramado su sangre a manos estos verdugos y sus uniformados policiales. George Floyd es la vida que ha desbordado el represado sentimiento por una sociedad libre de racismo, plena  de justicia social, donde impere la igualdad económica y el acceso una mejor calidad de vida.

Como profetizan los grandes himnos y espirituales que entonan las iglesias negras y los legendarios movimientos revolucionarios estadounidenses, en las potentes voces de Paul Robeson, Joan Báez, Mahalia Jackson, Aretha Franklin, Harry Balafonte, Billie Haliday, Bárbara Hendrick y el Dr. M.L. King:

¡We shall overcome! ¡Nosotros venceremos!

¡Sin justicia no hay paz! ¡El pueblo norteamericano unido jamás será vencido!

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